Tras el rescate los sobrevivientes habían atraído las miradas del mundo, de ser los olvidados de la sociedad de pronto pasaron a ser vistos como celebridades y hasta semi-dioses. Mientras se recuperaban en
el hospital de Santiago, un periodista extranjero caminó por la cornisa y consiguió entrar por la ventana a la habitación de Gustavo Zerbino. Una vez adentro le ofreció
varios miles de dólares por un testimonio exclusivo. Zerbino le respondió que no tenía frío. El periodista, que no hablaba bien el idioma, supuso que se había expresado incorrectamente y volvió con un traductor chileno. Le hizo el
mismo ofrecimiento pero duplicando la cifra. Zerbino le volvió a responder lo mismo:
“No tengo frío. Lo que pasa es que en Los Andes usábamos los dólares para prender
fuego. Ahora no los necesito porque no
tengo frio”.
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