Tengo unas visiones hermosas esta noche:
ir en bicicleta bajo el calor de la tarde,
beber cerveza en el bosquecito que rodea al museo,
nadar en los ríos.
Quiero sentirme otra vez parte de las cosas
aunque sea chocar en la noche contra un iceberg.
Quiero que me retengan en la noche
cuando todo parezca perdido.
Personas que entran en mi soledad como fantasmas suaves,
como hechos de energía densa, amables y cuidadosos
como mayordomos de Darlington Hall.
Lo único que siempre quise fue todo.
Ir nada mas que hasta el fondo.
Tengo unas visiones hermosas esta noche:
largas caminatas,
el olor a café de las mañanas frías,
un mito de los caballeros del Zodíaco.
Creo que voy a morirme esta noche
y no me importa
y no es lo más importante.
miércoles, 9 de abril de 2014
sábado, 15 de febrero de 2014
Mientras se alejaban en los helicópteros de rescate paradójicamente la mayoría de los sobrevivientes experimentó una sensación de
tristeza y nostalgia ante la visión del fuselaje que dejaban, cada vez más
pequeño. Aquella cueva de chapas destrozadas había sido su hogar por
72 días. Sabían que al volver a la civilización perderían algo valioso que
habían conseguido durante ese lapso, algo así como un estado de sabiduría que
sólo la vida humilde y simple de la montaña podía darles. Quedaba la sensación
de un proceso de santificación inconcluso, de un aprendizaje aún mayor, un
nuevo tipo de conocimiento que no llegó a fraguar del todo, pero sí a
vislumbrarse. Aun en las peores condiciones, extraviados y hambrientos, habían
podido disfrutar de un tipo de felicidad diferente. Nunca más sus mentes y sus
cuerpos serían radares tan sensibles.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Para el trayecto que debían realizar a través de la cordillera de los Andes hacia los valles de Chile, los dos expedicionarios del avión estrellado llevaban entre sus provisiones algunos cientos de dólares, porque creían que al llegar a la civilización habrían de tomar un tren desde Santiago a Buenos Aires, de allí un barco que los llevara a su país en donde llegarían tal vez caminando hasta sus casas, tocar el timbre y presentarse ante sus padres para decirles que estaban vivos. Para ellos la sociedad los había abandonado y pensaban que debían ser autosuficientes hasta las últimas consecuencias.
miércoles, 22 de enero de 2014
Qué lindo cuando te raptan los extraterrestres
Quiero que me rapten los extraterrestres para no
tener que ir a pedir trabajo.
Quiero conducir mi auto por la carretera durante
toda la noche
y que me acosen los extraterrestres,
que tomen el mando de mi vida y que me escolten hasta
superar el miedo
me encierren en un lugar seguro
donde no haya más que paz y amistad.
Entonces un día, después de muchos años,
me soltarán la mano en el desierto.
Yo buscaré las luces de las ciudades
y volveré como un agente secreto de otro planeta
que olvidó sus instrucciones.
Tras el rescate los sobrevivientes habían atraído las miradas del mundo, de ser los olvidados de la sociedad de pronto pasaron a ser vistos como celebridades y hasta semi-dioses. Mientras se recuperaban en
el hospital de Santiago, un periodista extranjero caminó por la cornisa y consiguió entrar por la ventana a la habitación de Gustavo Zerbino. Una vez adentro le ofreció
varios miles de dólares por un testimonio exclusivo. Zerbino le respondió que no tenía frío. El periodista, que no hablaba bien el idioma, supuso que se había expresado incorrectamente y volvió con un traductor chileno. Le hizo el
mismo ofrecimiento pero duplicando la cifra. Zerbino le volvió a responder lo mismo:
“No tengo frío. Lo que pasa es que en Los Andes usábamos los dólares para prender
fuego. Ahora no los necesito porque no
tengo frio”.
Roberto Canessa y Fernando Parrado, sobrevivientes del accidente aéreo de Los Andes, caminaron durante 10 días
cruzando las montañas más altas de la cordillera para llegar a los verdes
valles de Chile. En los momentos de
debilidad durante la marcha, para darse animos, Fernando le decía a Roberto que
hiciera de cuenta que iba paseando y mirando vidrieras. También gritaban los
nombres de las chicas de las cuales estaban enamorados antes del accidente, y
los nombres retumbaban y hacían eco en la majestuosidad de las montañas, mezclándose con el rugido de los aludes.
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