jueves, 17 de enero de 2013


Dispersos en la selva, desorganizados,
formando un picnic melancólico.
Cruzamos el pantano con una nevera de plástico helatodo
llena de latas de cerveza.
Por el sendero de troncos llegamos a la pequeña cabaña,
nuestro nido de águilas.
De a poco sentimos como si estuviéramos reapareciendo.
Nuestra cama junto a la ventana
y poder ver televisión de la mañana a la noche
al modo de los príncipes persas.
Hay tanto por hacer y tan poco tiempo.
Ser tristes como Beethoven,
pero también ser japoneses en la tristeza.
Nos arreglamos para el desayuno.
Hay tanto por cantar todavía,
tanto que entregarle al mundo.
Sólo dennos 30 o 35 años para recuperarnos.

1 comentario:

gnicolas dijo...

oohh ese remate! lo sabía: el futuro es de los tristes!